Secret history me es fundamentalmente antipático; y no es porque no pueda superar que sus personajes sean crápulas porque soy perfectamente capaz de apreciar el concepto de anti héroe, gracias, sino porque aparte de crápulas fracasan en demostrarme que sean interesantes, salvo a lo que el gatillo flojo se refiere. Tienen el gatillo flojo en todos los aspectos, sexo, alcohol y la tendencia a asesinarse los unos a los otros. Yo no saco de allí que sean unos bellos efebos de moral destruida por el choque cultural con el V siglo antes de Cristo... saco que están muy mimados. Y que sus padres no les quieren. Es irritante que confundan la falta de tono de esfínter moral con la genialidad.
Debido a haber tenido tooodo al alcance de la chequera, no tienen fuerza moral suficiente para negarse nada. De allí el castigo final y que Henry considere semi-glorioso su exeunt. Está establecido que es el único, aparte de Richard, que tiene algo de disciplina (gracias a haber tenido una vida marginalmente más difícil que los demás) por lo visto sólo le alcanza para suicidarse. El propio Richard nunca consigue desinhibirse lo bastante para transgredir demasiado, y así es como acaba menos dolido tras haberse emborrachado menos, haber matado menos y haber follado menos. Esto también es un resultado que me irrita; la vida en general no funciona como las mates.
A medida que la gente crece desaparece muchas de las consecuencias negativas de sus actos, cuando los padres retiran la espada de Damocles que han colgado sobre la cabeza de sus hijos durante la adolescencia. Descubres con asombro que si no haces nada de lo que deberías hacer no te fulmina ningún rayo. Pasar a imponerte tus propios límites es la parte interesante de esta desestructuración, y ellos fracasan y reciben un castigo proporcional a la transgresión: Bunny no respeta la ética protestante (curiosamente, después de dejar profusamente a parir a los católicos, que son mucho más laxos en ese aspecto) de ganarse la vida y es baam, muerto. Richard, que huyó de California, acaba en California. Francis, homosexual, se casa con una mujer. Charles, que estaba con un ángel florentino, acaba con una friega platos. Camille, la mujer de hielo, enamorada de un muerto. Todo muy limpito.
Para ser genios del verbo no se salen especialmente. No mencionemos al prota, Richard Papen, cuyo diálogo consiste íntegramente en preguntar por los otros y contar mentiras sobre su pasado. Richard, majo... ¿Nada más? ¿En serio? Esto está muy bien escrito, pero si un profesor me dice la frase de "I hope we're all ready to leave the phenomenal world, and enter into the sublime?" más le vale ser extraordinariamente carismático o pensaré que está dirigiendo una clase de yoga. Por el amor de Dios, es una frase horrible, me da igual si dice exactamente lo que quiere decir.
Las ideas que exponen son ridiculamente erróneas (terror y belleza, pasión y represión, tratados con unos cuantos lugares comunes), pero de todos modos tratan conceptos cada vez menos a medida que avanzan y vamos teniendo establecido que son brillantes y perezosos. De forma que me sienta como si me sacase la lengua, Henry dice que su objetivo es pensar lo menos posible, a lo que yo digo: pues si esta es tu intención, no podías haber situado la novela antes de que se te ocurriera tan buena idea? Porque me resulta francamente más atractivo que pienses, por oposición a beber un riachuelo continuo de unos whiskys fantásticos, pero la gente interesante habla de ideas, la gente aburrida habla de otra gente y la gente insoportable habla de lo que bebió anoche.
Lo que nos lleva a mencionar hasta que punto es esto una imitación de Brideshead, que aunque lejos de mi la idea de sugerir que nadie más tenga que tratar la fascinación por los guapos, los ricos, y los homosexuales al menos tenía la decencia de no añadir la brillantez (aunque si la religión. Nadie es perfecto) y por lo tanto había que hacer menos esfuerzos para evitar la decepción. Y que es un spin off de Brideshead no me cabe la menor duda. No de forma intolerable, pero hay dos páginas concretas que parecen paráfrasis y que si yo hubiese sido su editor hubiese suprimido a la velocidad del rayo. El papel de la bebida es pero que muy similar. Y Charles (el de Brideshead, no el de Tartt) le trae alcohol a Sebastian en el hospital, ¿no? Si no se lo trae, Sebastian lo obtiene por otros medios, pero la escena es idéntica.
Ahora hablemos del incesto gemelar y de porqué estoy hasta el moño de él, y de por qué Juego de Tronos se podía haber metido el zapato en la boca y de por qué es irritante que a Richard le ponga la transgresión del hecho más de lo que le molesta que Camilla, a la que quiere, lo haga con su gemelo. Estoy aburrida de él, desde Luke y Leia, a Sigmundo y Siglinda, a cada estúpida vasija griega con Cástor y Póllux en posiciones equívocas, a Jaime y Cersei, sin contar los intolerables fanfictions de Harry Potter en los que Fred y George se dedican a estos deportes, pasando por Soñadores, la peli de Bertolucci, cuyo título ya era un augurio pésimo. Primero no entiendo el atractivo del acto: menuda fantasía masturbatoria, dos caras iguales. Por qué fantasear con la masturbación? Mastúrbate y en paz. De forma similar, no veo el atractivo de tanto narcisismo. ¿Por qué lo ibas a hacer a con tu gemelo? ¿Por qué está a mano y hay confianza? ¡Efectivamente, eso es novelesco! De confianza y estar a mano están hechas las epopeyas griegas.
Los gemelos no se aportan nuevas perspectivas; piensan demasiado igual. Tener un gemelo es más parecido a tener un avatar que un alma gemela. Creo que parte de lo que les interesa es una idea de ying-yang, seres complementarios. Si tienes un gemelo, sabes que eso es un espejismo.
Secret History se lee a toda velocidad pese a ser bastante más largo de lo que hubiera podido ser. Es francamente divertido pensar que Bunny tenía razón todo el rato y que los insultos que tanto les irritaban, se los tenían ganados a pulso. Probablemente nos habríamos dado cuenta con más claridad si no los hubiese proferido un fresco antisemita y homófobo. Enfin, prejuicios. Respecto a Camilla... “une femme est infâme”, añadamos que no estoy bien situada para sufrir el influjo de su fascinación porque tiene unas tres líneas. Los ídolos femininos rubios y etéreos son de una aburrimiento de muerte, y diríase que un tipo concreto de hombre tiene tendencia a adorarlas en torturado silencio, no llegar a acostarse con ellas nunca pero imaginarlo en todas las posiciones del kama sutra, y dedicarles novelas de 900 páginas, para mi tedio.