Emma Bovary cierra el trio de grandes adúlteras con las que he tenido el placer de pasar un montón de horas, dado que los tres libros son auténticas armas de guerra que emplearé si un día tengo que enfrentarme con zombis en plan la escena de Shaun of the Dead en que se ponen a debatir precisamente que vinilo tirarles. Si la duda se presenta, preferiré tirarles las obras completas de Tolstoi en cuero y la edición cutre de la Regenta que cargué por medio Marruecos que un vinilo perfectamente correcto de Violent Femmes, que es el único que tengo.
Iba a excluir del club a Ariane d’Auble, de Belle du Seigneur, porque aunque en sí es adúltera y su marido es por lo menos igual de intolerable que los de las otras tres, también es un ladrillo, y tiene sobre Ana Ozores la ventaja de que acaba en, como decimos púdicamente al ingresarlos, “intento autolítico”, el personaje que realmente encarna la novela es el de Solal (su amante). Además, ya es una affaire del siglo XX, y pierde ese toque de adulterio vintage que seguro que todos apreciamos.
El adulterio occidental ha perdido mucho desde que las mujeres pueden andar solas por la calle sin escandalizar a las comadres. Ponerle los cuernos al marido ya no significa hipotecarse la vida para siempre, y como la soltería es distinctamente menos aterradora, ha desaparecido hasta cierto punto esa excusa tan triste: se casó con él porque, de los 5 hombres que la conocían, fue el que se lo pidió... Así que todo el adulterio tiene mucho menos punch emocional.
Si yo estuviese casada con Bovary, Quintanar, Karenin o Adrian Deume, hubiese hecho todo lo que estuviese en mi mano para decorar sus respectivas frentes. El problema de todas estas señoras no reside en el adulterio, sino en que no tienen los cojones de montárselo adecuadamente. Madame de Merteuil habría reescrito la Bovary de forma interesante.
Todas son grandes bellezas, ninguna tiene demasiado seso, y todas se sienten muy dispuestas a morir de tedio antes de que aparezca l’Amouur en sus vidas. Sus amantes se ven investidos con la romántica misión de entretenerlas. Por cierto que unos se dan más trabajo que otros en ese sentido.
Entre los hombres, los hay que valen la molestia de quitarse la ropa y los que no. Los de Emma se clasifican entre los que no. Ni siquiera le gustan demasiado; quiere un amor y necesita una figura para que aquello cristalice. Sin contar con que hay fuertes dudas respecto a la integridad moral de Emma: ya sabemos, la literatura perdona todo menos a una mala madre, y la Bovary es mala malísima.
Me pregunto como vivían las mujeres en esos pueblos. ¿Estaban todas a punto de morir de asfixia?
La descripción de la Francia pueblerina otorga alguna risa, la de la naturaleza a mí no me inspira más que ganas de dormir, y los paseos en la cabeza de Emma son geniales. Alguien dice que si eres una chica con imaginación te identificas con ella, aunque sea un poquito. Yo identificarme... NO POR DIOS. Pero la entiendo, de acuerdo, y entiendo que no soporte al bueno de Charles. El sentimiento mejor reflejado en la Bovary no es una gran pasión, sino una gran repugnancia; esta es, de todos modos, la novela del anti-amor. Emma es la reina de los quejicas. Además, cree que el dichoso sentimiento es una especie de borrachera perpetua. Y como eso es una mentira, nunca tiene la menor oportunidad: al menos Rodolphe sabe lo que va a obtener antes de obtenerlo.
Hay que decir que nadie se salva de la pequeñez y lo despreciable, menos un personaje al que Flaubert llama “l’enfant” y está claramente diseñado para tocarnos la fibra. Se arrodilla sobre la tumba chillando su nombre. En una novela realista, por supuesto. Si fuese Lamartine...
Por supuesto, la Bovary está magníficamente escrito. Flaubert es un prodigio de deliberación. No se le difractan las palabras lo más mínimo. Ahora bien, no digo que eso tenga que ser a gusto de todos... que un tapiz sea complicadísimo y requiera un talento escalofriante no implica que lo quieras colgar en tu salón. La Bovary no deja de ser un retrato del tedio durante las 200 primeras páginas, y durante las últimas, un compendio de malas decisiones.
Supongamos que todos los problemas de la Bovary son por culpa de Charles. ¿Suena injusto? Lo es, porque es el único que parece genuinamente buena persona de los personajes principales. Tanta ceguera y buena voluntad. Sin embargo, la vida no es justa. Y Charles es tonto.
Dijeron una vez en mi clase de genética, de medicina, en 2012, que las mujeres se sienten atraídas por los hombres más inteligentes que ellas, y los hombres prefieren el atractivo físico y quizá que ellas sean un poco más tontas. Daba la clase una mujer. Pretendía que eso era una postura inteligente de parte de su sexo preferir la inteligencia al físico, pero esto es un tópico frecuente, me lo han dicho varias veces; incluso a modo de flirteo (¿?)
ESO ES MENTIRA!! ESO ES UNA MENTIRA DESTINADA A PERPETUAR UN SISTEMA EN EL QUE ES VENTAJOSO PARA ELLAS SER MÁS TONTAS QUE SUS PAREJAS!!
Y desde luego, si yo tengo que servir a un hombre, facilitar su trabajo, criar sus hijos y ponerle las zapatillas cerca de la estufa, mejor que sea Einstein. Mejor que su trabajo sea grande, y bello y fundamental. Las tres aversiones irracionales de mi vida: hacia hombres, poco atractivos, con mayor opinión de su inteligencia de la que yo tenía. ¡Era injusto! No eran malas personas -tampoco eran santos, ojo. Cito que son poco atractivos porque es una debilidad humana querer sentirse superiores a los demás, y la gente guapa lo tiene tan fácil que no tiene que recurrir a métodos más insidiosos, por ejemplo, catapultar a un colectivo ajeno a ti hacia la inferioridad. Y los he oído (a los tres) discutir en contra de la discriminación positiva por sexo y descubres lo que sospechabas desde un principio: te están tratando con suficiencia. Y Virgina Woolf dice, y yo creo que es cierto, que las mujeres han servido durante siglos de espejo con la deliciosa propiedad de devolver la imagen del hombre con dos veces su tamaño original. Y Charles no se de cuenta de que no es bastante para su mujer; no se le pasa por la cabeza, y a ella le parece insultante. ¡Y yo creo que lo es! Es insultante. Él piensa que ella es un ángel, pero lo que es es incapaz de sacrificarle su vida. Ella no es exactamente una lumbrera, pero tiene imaginación y presencia. Él es ridículo: es la primera escena del libro. Y su operación del pied bot es criminal. ¿Cómo puedes servir a un hombre así? ¿Cómo se te puede pedir que restrinjas tu mundo a un hombre así?
Y lo bueno de este libro es que es perfectamente posible hacer este rant en sentido contrario, si lo que valoras es el buen corazón o esas cosas.